Al principio puede sonar algo contradictorio ¿Cómo es posible que me encuentre olvidándome de mi?
Pues ahí esta el gran y maravilloso misterio, cuándo nos identificamos con nuestra personalidad, nuestro ego (“yo”), todo lo que hemos creído y creado de nosotros mismos se convierte en una prisión en dónde nos sentimos cómodos pero realmente ¿somos nosotros mismos? ¿experimentamos felicidad?
Si me identifico con esta lista interminable de adjetivos, con el cuerpo y todas sus andanzas en el mundo material muy probablemente me vea separado de todo aquel que es “diferente” o no coincide con lo que creo que soy. Es ahí en dónde empiezo a olvidar mi origen…
No estoy separado de aquel que no está actuando o pensando de la misma manera que yo, simplemente la Fuente se está experimentando de formas diferentes dependiendo de las elecciones, lecciones y decisiones de cada alma (pues fuimos dotados con libre albedrío). Así que enjuiciar al otro es enjuiciarme a mi mismo, pues no estamos separados, solo estamos aprendiendo de manera diferente. Por lo tanto también es imposible estar solos.
¿Qué pasaría si por un momento te permitieras olvidarte de todas esas invenciones y experimentaras la Unidad?
En el Todo, no hay separación, en la Fuente hay una inquebrantable conexión con todo lo existente, en el vacío me encuentro, pues es en ese espacio interior en dónde puedo experimentar, si me lo permito, las infinitas posibilidades que pueden surgir, a través de mi existencia. Ya no soy una persona con adjetivos rígidos (si bien tengo cualidades que se expresan a través de mi, para evolucionar) me doy permiso de danzar en el océano de posibilidades de la existencia misma. Romperme las veces que sean necesarias para crear una nueva versión cada que lo necesite. Dejar de identificarme con lo de afuera, lanzarme al vacío interior confiado, es un regalo que puede cambiar tu vida.
¿Qué sentido tendría vivir si nada pudieras cambiar en ti y en tu vida?